LOS VERANOS EN EL PUEBLO
Autora: Begoña. G III 2. GETXO
Repasando fotos antiguas, me vinieron a la memoria los
muchos recuerdos de los veranos en el pueblo. Un pueblo muy pequeño, pero que
para los niños era el paraíso: todos los críos pasábamos el día entero en la
calle, desde últimos de junio hasta primeros de setiembre.
Cuando hacía buen tiempo íbamos al río, que dista un
kilómetro, para todo el día, con las bolsas de comida, sillas plegables, etc.
Todo el tiempo metidos en el agua a pesar de estar muy fría, excepto el rato
que teníamos que esperar para hacer la digestión, ¡qué largo se nos hacía!
A veces, también pescábamos cangrejos.
Cuando no hacía bueno, andábamos por el pueblo, jugando
al escondite, a cato, al tiente, a tres navíos en el mar, etc. Si llovía,
esperábamos a que escampase para ir a coger caracoles.
Luego, en la adolescencia, ya no íbamos al río con las
madres sino en grupo con los amigos, andando o en bicicleta. Y los guateques,
¡ay los guateques, bailando, charlando, riendo! Además, en los pueblos no rigen
los mismos horarios que en la ciudad, son más flexibles y la hora de volver a
casa no estaba muy definida.
Más tarde, en la juventud, íbamos a las fiestas de los
pueblos vecinos, ya que todos los fines de semana había fiestas en alguno de
ellos. Nos juntábamos una buena cuadrilla y nos repartíamos en los coches
disponibles; el dueño de cada coche marcaba la hora de regreso, y todos tan
contentos.
Lo mejor era cuando llegaban las fiestas de nuestro
pueblo. Se adornaban las calles con banderitas, se preparaba el escenario en la
plaza, todos pendientes del programa de fiestas, de las diferentes actividades,
de qué grupo iba a tocar en las verbenas, de los juegos para niños y mayores… Todo
era excitante.
El contacto con la naturaleza, los animales (vacas,
ovejas, gallinas, caballos...) y los amigos en el entorno de un pueblo pequeño
han sido para mí vivencias únicas, especiales e imborrables.
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