El váter del tren

Aquí os dejo uno de los relatos elaborados en CEPA Mungia a partir de una noticia aparecida en la prensa.

El váter del tren

Érase una vez un mundo mágico y de fantasía, donde todo era felicidad…
Este sería el inicio de un cuento de Disney. Pero no es el caso, este cuento es cruel, en él no hay final feliz sino un final muy sucio.


En este cuento había un chico de veintiséis años enganchao como todos los jóvenes de hoy en día a las nuevas tecnologías. Tal era su adicción que sólo hablaba por el móvil incluso cuando tenía que hablar a la gente que estaba delante.

Se levantaba con el móvil, desayunaba mientras veía sus correos, comía jugando a Candy Crush, merendaba chateando, cenaba mirando Facebook. Hasta que se quedaba dormido.

Un día salió de casa para ir a comprarse una funda nueva para el móvil, ya que no se la podían mandar a casa.


Malhumorado por tener que ir hasta la tienda cogió un tren para llegar rápido (eso pensó nuestro amigo) pero lo que no hizo, por estar jugado con el teléfono, fue evacuar sus necesidades antes de salir de casa. 

En mitad del trayecto sintió un retortijón muy fuerte, de esos que sales corriendo hasta el baño. Y eso hizo: corriendo como alma que lleva el diablo al baño del tren, corrió. Más de quince minutos tuvieron que aguantar los pasajeros del tren los incesantes estruendos que provenían del baño.

El joven, después de terminar, se levantó para limpiarse sin dejar de jugar con el móvil. Pero de repente el tren cogió un bache que lo sacudió fuertemente. Al joven se le escurrió el teléfono de la mano con tan mala suerte que cayó dentro del váter. Rápidamente metió la mano para rescatarlo, pero la succión le atrapó el brazo impidiendo que lo pudiera sacar.

-¡SOCORRO, SOCORRO! –Gritó el joven. Enseguida fue corriendo el supervisor y dio todas las alarmas: parada del tren, bomberos, policía, ambulancias… hasta la prensa apareció del revuelo que se montó.

Dos horas después los bomberos consiguieron liberar el brazo cortando la tubería que lo tenía prisionero, todo el mundo aplaudió y vitoreó mientras se tapaban la nariz y desviaban la mirada por el fuerte hedor y la imagen dantesca del brazo lleno de excrementos del inodoro.

Tan avergonzado estaba el joven que ni se acordó de su preciado teléfono móvil, que allí se quedó, inservible, sucio, y sin su funda nueva.

El tren de alta velocidad de Francia pudo continuar su viaje y el joven aprendió una lección :

¡Ese juego era una MIERDA!

Xavier Robles





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